lunes, 25 de febrero de 2013


Dueño y demonio

Por Kléber Mantilla Cisneros

La paliza de Rafael Correa en los últimos comicios consolida la fase superior del personalismo de la política que diseña el nuevo mapa político con la casi extinción de la oposición crítica. El poder avasallador único activado por una élite ilusa anula la separación de poderes y refuerza el poderío del caudillo autoritario y populista hasta convertirlo en el reflejo de sus propios demonios. Según los resultados, el oficialismo posee mayoría absoluta en la Asamblea y dominará por cuatro años más la institucionalidad, la enorme maquinaria propagandista y los entes de control estatal. Sin contrapesos, está invitado al coctel venenoso de cometer muchos errores y abusos característicos de la golosina del poder para escribir la nueva historia de corrupción e impunidad.

A través de enmiendas constitucionales, pretende apuntalar más control y dominar el manejo económico, tal como se aplicó en la reforma de justicia, tras copar con un cuerpo sistemático de jueces y fiscales afines. Sin voces críticas, pretende enfrentar a la prensa que Correa llama ‘mercantilista’ y de entrada impulsar la Ley de Comunicación que criminaliza el periodismo político, limita más a los medios privados para acceder a informaciones de la gestión pública y mantener en el letargo la incautación de -al menos 14-, medios bajo tutela gobiernista. Sin embargo, pese al triunfo, la actual prosperidad económica y excesivo gasto público no cuentan con bases sólidas ni duraderas porque dependen del precio del petróleo, que triplicó los ingresos desde 2006 y financió subsidios y programas sociales. Según Bloomberg, se espera este año un déficit fiscal de 7,75% del PIB, el segundo más grande de Sudamérica después de Venezuela. El país produce menos crudo que hace 7 años y China ya no prestará dinero ni los mercados internacionales, a causa del alto nivel de riesgo. Sin inversión privada se destruye la estructura productiva, habrán menos empresas creando riqueza y se podría caer más bajo que antes de la era correísta. ‘Una receta artificial aplicada por el populismo que sirve para reelegirse pero no para desarrollar o prosperar’, indica.

Ganó todo: cama, dama y chocolate pero sin diálogo lo conducirán a la más grande confusión de todos los tiempos. Un aparente repunte, pero con un tropiezo mayúsculo que es quedarse sin oposición y rivales para poder echar maleficios y encontrar al chivo expiatorio. Sin la partidocracia que ya se inscribió en el pasado, ni prensa crítica, ni medios de comunicación libres, el correísmo no tendrá pretextos para no cumplir los ofrecimientos de campaña, cuando se ha vuelto en juez y parte de todas las decisiones de la vida pública y sus aciertos son sus mismos demonios.




@klebermantillac

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