domingo, 16 de marzo de 2014

Reelección : Opinión : La Hora Noticias de Ecuador, sus provincias y el mundo

Reelección

Hace falta desenmascarar la propuesta de reelección presidencial, esa
distracción a la ciudadanía que expone un presidente candidato eterno y justo
aparece en la resaca de las últimas elecciones ante el fracaso del partido
gobernante. De hecho, sin Rafael Correa desaparece la revolución ciudadana y
Alianza PAIS.





La alternancia se vuelve terrorífica en países totalitarios con regímenes
hiperpresidencialistas y caudillistas. En Latinoamérica solo Cuba, Venezuela y
Nicaragua tienen reelección indefinida. Pero el caso de varios sistemas
políticos europeos bajo este modelo es distinto porque se trata de Estados con
una rigurosa separación de poderes: Eslovaquia, Finlandia, Francia, Alemania y
Suiza tienen parlamentos férreos, no ajustados a individualismos ni
autoritarismos. En cambio, Angola, Uganda, Bielorrusia, Kazajistán, Gabón y
Nambia, con modelos reeleccionarios, son países que muestran complicaciones para
sostener las libertades y defender los Derechos Humanos.





En realidad, en un sistema democrático transparente no cabe la enmienda
constitucional para una reelección presidencial y menos sin la aprobación previa
de la mayoría de la población a través de las urnas. Incluso, aquí se debería
cumplir con el proceso de legitimación a través de la recolección de firmas para
plantear un referéndum, en paralelo con la exigencia a los grupos ambientalistas
que defienden el Yasuní.





Lo que pasa es que la ciudadanía identificó, reflexionó y rechazó con
elocuencia el mecanismo de control de todo el espacio de poder del correísmo: el
miedo y la amenaza. El resultado: los votos del pasado 23F fueron un desafío y
la pérdida del miedo. Los artífices de la construcción del poder total se
encontraron con una muralla impenetrable y sintieron esa tristeza y soledad
escalofriante del candidato derrotado. A día seguido tuvieron que diseñar ante
la opinión pública un discurso conciliador poco creíble. De pronto, el ejercicio
para doblegar a los adversarios mutó desde el amedrentamiento e intolerancia a
un supuesto diálogo, levantando copas de vino blanco en un salón de Carondelet.
Solo el asambleísta Ramiro Aguilar percibió el olor a trampa y optó por
renunciar a SUMA.





¡Qué venga la reelección presidencial porque cuando amanezca ya veremos!,
dijo un ciego.




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