domingo, 22 de julio de 2012

Industria de la agonía : Opinión : La Hora Noticias de Ecuador, sus provincias y el mundo

La inseguridad y la violencia es una industria cotidiana que refleja la angustia y agonía recóndita de mucha gente. Tanto el crimen como la explosión de los estilos delictivos colman la paciencia urbana cuando los hechos de crueldad se vuelven incontrolables e inenarrables. ¿Datos?  Sobran. A manera de sicariato en una semana suman una decena de víctimas.

Crímenes con pistas pero sin culpables, el doble que hace 20 años. En 1990 eran 10,3 homicidios por cada 100 mil habitantes; en 2009 fueron 18,7 y en 2010 sobrepasan los 20. Hoy, en ciudades como Manta suman 43 asesinatos y en San Lorenzo 32 en lo que va del año, pero en el resto del país la cifra permanece oculta por una aparente precaución electoral que puede afectar la imagen de políticos farsantes, que cierran ojos y tapan sus oídos.

Sin duda, esta industria de la agonía social obliga a armar barrios, a equipar ciudades, a cercar edificios, levantar paredes y a tecnificar con seguridades lo que se mueve o permanece estático, los locales comerciales, autos, plazas, viviendas, guardianías, hasta cambiar las mascotas, y a desconfiar en quien nos mira en la calle o deja de mirarnos. A sospechar que el crimen organizado puede estar en la casa vecina, en la motocicleta que cruza, en el mismo uniformado verde-oliva que hace batidas o tras la droga vendida en la esquina de enfrente.

El escritor húngaro Sándor Márai cuando describía la represión sistematizada tras un crimen y las formas citadinas del asesinato sostenía que “el ser humano es así o asá, por tanto o está en el bando de los agresores, cuyas hordas se lanzan como caníbales al asalto blandiendo sus fustas, o están en el otro bando, el de los agredidos, los perseguidos o, simplemente, los que forman parte de la inmensa masa de quienes sienten y piensan de otra manera”.

Claro, los problemas de inseguridad se vuelven una guerra anunciada sin tiempo ni lugar determinado porque se multiplican más rápido a causa de los modelos de conducción política de malos gobernantes. Por instigadores irresponsables y dementes que usan la violencia para proponer soluciones construidas sobre el látigo y el insulto. La cabeza del sistema normativo es quien diseña el castigo que constituirá a alguien en delincuente o en criminal y convierta una sociedad en víctima y usuaria de la industria del miedo y la agonía social.

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